IMÁGENES (TAMBIÉN HAY VÍDEOS). Publicado en el Facebook del Ayuntamiento de Navaleno.

 

 

 

  MIGUEL REYES MUNERA

 

 

 CELIA MUNERA GARCÍA

 

 

 NACHO GARCIA MIGUEL (realiza la Pingada del Mayo en su jardín)

 

 

 MAMEN GANDÚ

 

 

 

 MARIA GONZALEZ

 

 

 

  ANÓNIMA

 

 

 

 

 PEDRO FERNANDEZ HERRERO

 

 

 

PEDRO FERNÁNDEZ HERRERO

 

 

NAVALENO Y EL MAGICOVID

 

 La historia tan sorprendente y mágica que os voy a contar, sucedió en Navaleno, un pueblo precioso de la provincia de Soria. Allí, surgió el MagiCovid,  que fue el primer virus mágico que existió. Era un encantamiento que iba pasando de persona a persona, y bastaba con que dos hombres, mujeres, niños o ancianos se tocasen, para que el virus cambiara de uno a otro. Los efectos de este hechizo cambiaban dependiendo del enfermo, pero solían ser pequeñas desgracias mágicas, como andar con las manos o saltando, crecía el pelo hasta los pies, les crecían las orejas cómo a los elefantes o tener las manos tan pegajosas que era imposible soltar nada a lo que se hubiera agarrado.

Como no todo el mundo tocaba a otras personas con la misma frecuencia, resultó que algunos pasaron la mágica enfermedad de forma muy suave, pero otros, los que tenían menos contacto con otras personas, llegaron a estar verdaderamente graves, sobre todo cuando pasaban más de 3 días con el virus.

Por supuesto, nadie pensaba que esas pequeñas desgracias fueran provocadas por un virus, y echaban las culpas a algún duende travieso o una bruja viajera. Sólo la doctora Amelia, la médico de Navaleno, comenzó a sospechar algo después de haber sufrido ella misma la enfermedad más de veinte veces, casi siempre tras alguna de sus visitas. De modo que empezó a hacer pruebas con sus pacientes y consigo misma, y en unos pocos días ya estaba segura de saber cómo se transmitía la enfermedad.

La doctora reunió a todo el pueblo de Navaleno y les comentó que su enfermedad duraría tan poquito tiempo como tardaran en tocar a otra persona. Y así, Navaleno se convirtió en la capital mundial del calieta-culos, el famoso juego en que todos corren detrás de los demás, y cuando toca a alguien, el otro se la queda. Hasta los más ancianos jugaban, y la salud de todos los habitantes de Navaleno mejoró tantísimo con aquel deporte, que la doctora Amelia recibió muchos premios y medallas.

Lo más gracioso es que, aunque todo sigue igual, hace ya muchísimo tiempo que el MagiCovid cambió de pueblo sin que nadie se diera cuenta. Se lo llevó un señor que estaba de visita, cuando tropezó con él un niño “contagiado” que corría tras otros niños.

Al regresar a su pueblo la historia fue un poco distinta, y en lugar del juego del calienta-culos, se convirtió en la capital mundial de los bailes: baile viene y baile va, todo el que pasaba por allí y le tocaban, le pegaban la mágica enfermedad, y se ponía a bailar. Por eso mismo, el virus tampoco tardó mucho tiempo en cambiar de pueblo otra vez. Y en el lugar al que fue, la gente terminó abrazándose  a todas horas.

Y así, uno tras otro, el MagiCovid fue cambiando los hábitos de todos los lugares por los que pasaba, convirtiéndolos en sitios más divertidos y amistosos, donde la gente se sentía mucho más cercana. Y es tal el efecto, que a nadie le importa si el virus sigue allí o si se ha ido, porque todos están encantados con el cambio.

 

PEDRO FERNÁNDEZ HERRERO

 

 

VOLVER A SENTIR NAVALENO

 

En Navaleno, el silencio nos recibe. La desolación nos rodea. La belleza de la despoblación obligada se despliega con toda su fuerza. Parece una contradicción, una paradoja.

 

Pero es una innegable sensación de placer estético y sentimental que, a un tiempo, contagia el sentido de culpa en quien la experimenta. Nadie debería gozar de la catástrofe epidemiológica, del miedo de un pueblo y de su reducción a evocadoras calles vacías.

 

No debería uno permitirse el lujo inhumano de sentir regocijo visual de un silencio que es enmudecimiento forzoso, de una paz que es el resultado de una guerra pandémica, de una melancolía ajena que no es más que aspereza sin un poco de encanto ni atractivo sensorial en quien lo ha padecido en sus entrañas.

 

Nunca la fascinación romántica por el tiempo que vuela de un pueblo, jamás la decadencia, con el miedo de la muerte, debería conmover nuestro espíritu con placer y deleite. Uno no debería. Y sin embargo resulta imposible detraerse a la contemplación de esta cruda realidad.

 

Le esperanza que nos queda, para superar esta situación traicionera, es cumplir con lo mandado y regresar a la alegría, para no volver a prestarnos a la soledad de las calles vacías, una sensación  atractiva pero que nos priva de lo que es la vida, de las personas que extrañamos, de los lugares preferidos, de este pueblo que yo amo, que se llama Navaleno.

 

PEDRO FERNÁNDEZ HERRERO

 

 

    

 

   

 

JOSÉ TERE SANZ Y ÁNGELA BARRIO 

 

      

 

JOSÉ TERE SANZ Y ÁNGELA BARRIO 


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